El dolor, la tristeza, la preocupación o la ansiedad, son emociones que surgen tras la pérdida de un ser querido. El duelo, es una circunstancia a la que emocionalmente no se está preparado; por ello, el último adiós, se vuelve algo tan importante, que incluso se puede llegar a decir que es algo casi innato en nuestra sociedad.
La despedida o los diferentes actos, que se realizan para dar el último adiós a un ser querido, se vuelve un momento muy íntimo para la familia, amigos o personas muy allegadas al fallecido; pero también, es una de las tantas cosas que el COVID-19 nos ha venido a arrebatar, y si bien es cierto, no todas las muertes en la actualidad son a consecuencia de este, el confinamiento para frenar los contagios nos impiden el acompañamiento a este proceso, sin importar la causa de la pérdida.
La importancia del último adiós
El acto que se realiza para despedir a un ser amado, es algo que tiene mucha simbología para los involucrados, en el que el homenaje al ser querido cobra una especial relevancia, es un momento, donde se permite transcender las palabras y así poder manifestar nuestros sentimientos y gratitudes hacia la persona.
Por ello, de acuerdo a las creencias de cada familia, es importante tener un momento de oración, donde exista más la unión y se permita expresar los sentimientos y emociones que se sienten en ese momento, se puede acompañar de música o recuerdos que se tengan con la persona.
Sin embargo, como humanos, necesitamos un momento presencial, que nos permita sentir que la partida y despedida de un ser querido, es algo real, por esta razón, es recomendable que al finalizar esta crisis, se realice un acto simbólico presencial, que nos permita poder dejar ir a esa persona, un acto que no solo dará alivio a los corazones de las personas involucradas, sino, que también les permitirá poder ver hacia delante, y continuar con un plan de vida donde el recuerdo y las experiencias con la persona fallecida, les darán una sonrisa.